ALIENÍGENAS ANCESTRALES
Gregory
se sentía angustiado ese día. Los eventos extramaritales lo estaban acosando.
Su amante, una joven morena, había empezado a llevar la relación para otro
lado. Para el lado que él temía. Las amantes no pueden entrar a cuestionar
nada, se decía frente al espejo del baño de la oficina editorial. En ese
momento notó el hecho de que hacía algún tiempo que estaba con la morena, pero,
había llegado al punto en el tablero del juego que marcaba: Descartar y
volver a empezar.
Delgado,
cabello castaño y anteojos casi invisibles. Era un sinfín de manías y tics que
no podía evitar cada vez que se encontraba a si mismo; una arruguita en la
manga, una manchita al lado del botón, verificaba si se había afeitado
correctamente, y la barba candado, eso era un capítulo aparte, esa barba era su
obra de arte y su mejor objeto de seducción y él lo sabía.
Tenía un matrimonio
políticamente correcto que había sobrevivido a varias crisis. A veces buscaba
nuevas experiencias, pero era más para salir de la rutina que por placer. A los
cincuenta años el aburrimiento lo estaba matando.
Mientras
gesticulaba ante el espejo, descargando su tensión escuchando metal-electrónico
directamente de un IPod, conectado como un órgano más a su sistema auditivo; en
la oficina se había desatado un torbellino propio de las noticias increíbles.
Gregory se
encontraba ajeno a los gritos de sus colegas.
En el momento en
que se abrió la puerta y entraron atropellándose tres de sus compañeros, supo
que algo grande estaba pasando.
-¡Una
nota! –aullaba el supervisor de las noticias del periódico de la noche.
Todos
hablaban al unísono sin decir nada.
Se enfrentó al
desorden de la oficina y quedó perplejo al ver en la pantalla la noticia.
En medio del océano
pacífico había ocurrido un deslizamiento en las placas del manto, provocando
inundaciones. En el lugar se estaba elevando una estructura de piedra de forma
piramidal, que parecía no tener fin.
-¡Qué demonios es eso! –atinó a decir y sonó como un eco en
el recinto ahora en silencio de rostros azorados.
-¡Es
el principio del fin! –gritó alguien al fondo. Y una agitación recorrió los
cuerpos tensos.
-¡Quiero
ir cubrir la noticia! –dijo Gregory en forma imperiosa.
En el escritorio,
tenía a un loco que había detectado una invasión alienígena que utilizaba a las
palomas como medio de observación. Una nota casi concluida del derrumbe de
estructuras socio-económicas a causa de la caída de la bolsa. Un video hot
altamente comprometedor de políticos con putas, además la frivolidad del
mundillo magnate, sus modas y sus
escándalos. Pero todo eso podía esperar, esto era algo que nunca había visto.
Al fin algo de movimiento –pensó.
Nadie se presentó
como voluntario y en un segundo tuvo la respuesta del supervisor.
-¡El
helicóptero te espera en el helipuerto! –le gritó por sobre las cabezas
estáticas y babeantes en las que se habían transformado sus colegas.
-¡Es
la invasión alienígena! -gritaba el loco de las palomas derrumbándose a los
pies de Gregory tratando de detenerlo.
Cuando
pudo liberarse corrió con su bolso hacia el ascensor que lo llevaba
directamente al helipuerto.
Al ingresar al
vehículo, el piloto le preguntó.
-¿Tienes
inmunidad diplomática?
-Si, esta vez tengo inmunidad –contestó Gregory. Ambos
sabían que esa era la frase que aseguraba que estaba cubierto por todos los
flancos y que no era una nota independiente. -Vamos hasta el final con esto.
¿Tienes las coordenadas? –preguntó.
Sin lugar a dudas
lo que estaban presenciando era un desastre geológico... o no.
Sobrevolaron la
estructura que se detenía en segmentos de tiempo de dos horas y continuaba
subiendo otro tramo. Los tramos, de aproximadamente dos metros, eran todos
distintos.
Comenzó a tejerse
un montón de conjeturas, se llamó a científicos, geólogos, expertos en catástrofes,
pero nadie sabía a que se debía esa estructura que a Gregory el deslizamiento
hacia arriba que marcaba líneas horizontales, se le antojó como un gran
termómetro. Y lo dijo en voz alta en la sala de prensa donde estaban reunidos.
-¿Un
termómetro? –gritó el geólogo incrédulo ¿y que mide?
Esa pregunta quedó
flotando en el aire sin tener respuesta y continuaron dibujando en la pizarra
fórmulas y asociaciones.
El ejército dispuso
un grupo de buzos entrenados para la misión de acercamiento.
Se realizaron
pruebas radiactivas sin dar resultado positivo, lo que estaba en el mar era
algo rocoso con algunas piezas metálicas pero no era radiactivo.
La primera misión
se acercaría por debajo, hasta llegar al lecho desde donde provenía.
La segunda a ras
del agua y la tercera sería una misión en helicóptero que completaría el examen
desde el aire.
Los tres grupos se
acercaron al mismo tiempo y a una distancia de tres metros pudieron ver que
algo estaba marcando algo. Eran esferas metálicas que caían en huecos; todos
los tramos estaban trabajando al unísono, incluso los que estaban en las
profundidades del mar. Las esferas se deslizaban sin resistencia y cuando
completaban un tramo, la estructura volvía a moverse hacia arriba y así
sucesivamente.
En un determinado
momento y pasadas las dos horas que habían calculado para el desplazamiento, la
gran mole de roca y metal no se movió.
-¿Y
ahora que? –dijo Gregory que no se perdía detalle, siguiendo de cerca la misión
aérea.
Fue el minuto mas
largo de la historia. Todas las personas contuvieron el aliento.
El equipo que se
encontraba bajo el agua comenzó a ver movimientos en el plancton, en las rocas,
en las especies de peces. Era como si la vida en el mar se estuviera
reconstituyendo. Lo mismo pasó en los otros tramos que estaban expuestos. El
mundo se repobló de especies extinguidas. Aves de distintos tamaños
sobrevolaron el cielo. El agujero de ozono desapareció y el clima se volvió
templado en zonas áridas. El deshielo se detuvo y una brisa agradable sopló
sobre el mar.
Nadie hablaba, se
mantenían expectantes a los cambios a su alrededor. Cuestionaban el fin del
mundo y la desaparición del hombre sobre la tierra.
La vegetación llegó
a un desarrollo nunca visto. Grandes árboles, y plantas se apoderaron de todos
los espacios.
Entonces en un
determinado momento se deslizó el copete de la estructura y comenzaron a salir
engendros enormes semejantes a saltamontes, verdes, asquerosos y destructivos,
devorando cuanto insecto pequeño encontraban...
-¡Regresemos
a la base! – Dijo Gregory al piloto- ya tengo todo lo que necesito.
-No
tengo retorno –gritó- creo que es más grave de lo que pensamos, estamos
perdidos...
El helicóptero se
desplazó por el aire sobre una maraña de plantas. No había ningún lugar de
referencia que dijera que allí abajo había una civilización.
-¡El
agua! –Gritó- necesitan el agua para la fotosíntesis y su reproducción.
-¡También
nosotros la necesitamos! –la voz del piloto resonó amarga.
Mientras que a
Gregory se le hizo un nudo en el estómago, de pensar primero, que no tenían
lugar de aterrizaje y segundo, que tendría que compartir los recursos naturales
con los saltamontes o lo que fueran.
Acuatizaron en un
lago y se quedaron sin hablar un gran rato. Atentos a movimientos extraños o
ruidos provenientes de las ciudades.
-¿Realmente
está pasando esto? –preguntó a media voz al piloto.
-yo
creo que si... shhhhh
-¿No
nos habrán dado algo para fumar o tomar estos pendejos y se estarán burlando de
nosotros en este instante...?
-¿Por
qué pensás eso? –dijo el piloto mirando a su alrededor.
-Porque
esto está pasando muy rápido, hace unas horas veíamos cómo la pirámide salía
del mar y ahora estamos siendo colonizados por saltamontes gigantes, ¿No te
parece algo extraño?
-Si,
creo que estamos alucinando, pero no contestan de la central, eso es
preocupante. ¿Cómo salimos de esta? ¿Qué podemos esperar? –agregó.
-Nada.
-Nada
no es...
-Seguro
que se están cagando de risa –cortándolo- los muy...
Pero no pudo
terminar la frase porque en ese momento vio como uno de los saltamontes se abría paso entre los bultos del vehículo y
tomaba por sorpresa al piloto, devorándolo.
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