Nos apenó que no le quedara ni un recuerdo para rellenarlas.
Nos apenó su mirada, su mano examinando con curiosidad las imágenes. Fermín se había devenido en cosa silenciosa que había que atender. De mente ágil para las matemáticas, los negocios y las empresas. Gran jugador de Ajedrez. Fuimos sus alumnos. No nos reconoció cuando lo visitamos en la clínica. Nos apenó verlo correr como un niño debajo de la lluvia de postales que alguna vez habían coronado sus viajes. Ahora, eran solo cartones de colores. Nos incluyó en el reparto. A mí me tocó en suerte la de México, aquella donde estaba con ella. Prometimos volver, algún día.